Javier Sotomayor, de 36 años, tiene una maestría en Recursos Humanos. Hace un año le diagnosticaron Síndrome de Asperger, un trastorno de conducta. Entre sus características se distinguen los problemas para interactuar con la sociedad. Eso no lo detuvo en su anhelo de prepararse.
Un título universitario ha sido su reto. Javier se retiró en 3 ocasiones de una institución superior, hasta encontrar su verdadera vocación en la Psicología, profesión que estudia en la Estatal de Guayaquil.
Recuerda que cursó la carrera de Ingeniería Química, en la Escuela Politécnica de Riobamba (Espoch), y luego estudió Psicología Industrial en Cuenca. En ambos casos no se pudo adaptar.
“Lo más difícil cuando cursé la universidad fue el tema de las relaciones interpersonales, la resolución de problemas al momento de armar equipos de trabajo, hacer deberes, consultas y exámenes”.
En el mundo de la educación superior, la inclusión de las personas con discapacidad, como Javier, aún es un proceso complejo, lento y con muchas barreras por superar.
Según el estudio de la Secretaría Técnica para la Gestión Inclusiva en Discapacidades (Setedis), 72.197 personas con discapacidad cursan estudios en Ecuador y el 7% (5.053) asiste a una institución superior.
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