Osvaldo es un niño de 10 años que lleva escolarizado desde hace tres en el Colegio Público de Fozaneldi, en Oviedo. Padece síndrome de Asperger, a pesar de lo cual, según explica su madre, Maite Herrero, “ha aprobado todos los cursos, juega a baloncesto o le invitan a los cumpleaños y acude normalmente con todos sus compañeros”, por lo que está integrado en el centro, a pesar de lo cual, la orientadora ha emitido un informe que le obliga a matricularse en el Centro de Educación Especial de Latores para niños con necesidades específicas, a lo que se opone su madre que considera que “echaría por tierra” todo el trabajo de integración llevado a cabo durante los últimos años.
La madre asegura que cuenta con el apoyo del resto de padres y madres del colegio (más de doscientos han firmado un documento de apoyo) y del profesorado y atribuye la decisión de la Consejería de Educación a la llegada de una nueva orientadora que ha emitido un informe que contradice todos los anteriores y discrimina a su hijo. Quiere que Osvaldo continúe en la educación ordinaria y cree que el niño cumple los requisitos necesarios para ello, aun reconociendo que sufre cierto grado de discapacidad.
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